La Procesión de la Niña es un libro que trata sobre mí, mis procesos emocionales, mis vivencias en la adolescencia, mis pérdidas…

Empecé a escribir los primeros poemas con doce años. Por aquel entonces estaba atrapada en un ciclo de abuso. Pero cuando acabas de estar en el recreo jugando «a pegarte de mentira» con tus amigos, no entiendes por qué otros golpes se sienten distinto.

Escribía poesía porque no tenía otras palabras ni otra forma de nombrar mi realidad y expresarla.

El proceso —y, por tanto, el poemario— se divide en tres duelos. El primero se titula «La Inocencia», y en él recojo la experiencia de la relación y sus consecuencias psicológicas, en las que los trastornos alimentarios y la depresión toman gran protagonismo. En «El Dolor» reflejo unas vivencias más esperanzadoras e idílicas. Por aquel entonces creía que, al haber roto el vínculo, ya estaba sana de él. El último, «La Creencia», es el retorno al principio.

En definitiva, La Procesión de la Niña es un ir descubriendo y descubriéndote, volver a escenarios pasados y gritarles por otros nombres.